Vaya que si he andado de bares por estas tierras. Es más, lo he disfrutado como pocas, hasta que me convertí en madre. Cada viaje a España mi hijo y yo hacíamos la ruta de los bares; viaje tras viaje ha sido siempre lo mismo, bares. Bares a medio día, bares la tarde noche, de lunes a sábado y con suerte vamos a los bares que abren los domingos en el pueblo. Todo podría parecer una vida placentera hasta que mi hijo empezó a caminar, a andar en moto, a correr y a dar la lata que da cualquier niño de su edad.
Así se nos iban las vacaciones. En los bares hasta que el Churri y yo, cansados de que la imagen más fuerte que Cronopio construyera en su mente sobre España, fueran precisamente los bares.(Yo que soy dada a analizar y repensar todos.los vericuetos que implica la memoria y la identidad, entré en pánico).
Planeamos unos días buscando actividades donde pudiéramos darle gusto al niño y a nosotros. Y así íbamos muy bien, hasta que volvimos rutinariamente a los bares. Es como si la dinámica fuera que todos estemos bien y que el niño por los cristales vea los juegos a lo lejos, pretender que va a estar tan tranquilo enmedio de tantos adultos que, con todo el cariño del mundo, lo que hacen es llegar con medio kilo de gominolas, golosinas, huevos kinder y zumos de melocotón.
Hoy nos fuimos al bar, de nuevo, a ver a la demás familia, sólo que a unos metros del bar estaban unos juegos, puestos de juguetes, rollo feria y algo de lo que llaman aquí, barracas (juegos mecánicos ).
Cronopio tuvo una pequeña probada de estas delicias a los ojos de un niño; tan sólo unos minutos porque teníamos que reunirnos con la familia, en el puto bar de siempre. Lo sientan en una silla con el montón de azúcares procesados y todo mundo a hablar cosas de adultos, por su puesto, y de panorama un parque, unos juegos…. en menos de lo que yo intentaba conectarme al wifi público, oigo que Cronopio no aparece. Veo a mi esposo corriendo, a los demás empezando a buscar y yo… No siento nada. No puedo sentir nada. Solo vienen a mi mente niños abusados, niños llorando, niños mutilados, niños heridos… Y a lo lejos veo a mi Churri abrazando a Cronopio. Y sigo sin sentir nada. Mi hijo sólo atina a decirme que el le avisó a su abuela de que iba a los juegos.
Saben porque sucedió esto? Porque España ha sido para Cronopio un sin fin de bares, bares y más bares. Unos minutos en los juegos (que por cierto, básicamente son los mismos que tiene en nuestro pueblo ) Y un par de horas en los bares.
Y ahora que el Churri y yo estamos a punto de irnos de solteros a Budapest…. dejaremos a nuestro hijo con el sin fin de bares que le esperan? Quiero ser justa con mis suegros y no quitarles la oportunidad de gozar del nieto…. Pero porque coño todo o actividad de este país pareciera que se desarrolla en un bar con los amigos de toda la vida?
Estoy segura que de ahora en adelante tendrán ocho ojos puestos encima de Cronopio, pero con lo que no puedo más es con la idea de tener a un niño pequeño e inquieto como cualquera de su edad, metido en bares, haciendo un par de graciosadas para disfrute de los amigos de los suegros y pensando en como escaparse de ahi para buscarse algo más divertido.
Como ser justa con mis suegros, mi esposo, mi hijo y conmigo misma? Donde está el punto medio si ahora yo de nuevo vuelvo a ser más mala que la carne de puerco, si después de que apareció Cronopio todo mundo volvió a sus cañas, a sus vermuts de siempre y punto pelota… aquí no ha pasado nada. Y mientras tanto el Churri y yo ahí sentados con el corazón que se nos salia del pecho y yo no pude hacer nada más que quedarme en modo idiota, sin palabras, sin correr, sin gritar, sólo pude tuitear.
Y al despedirnos hablamos con Cronopio. Y yo no pude evitar el llanto. Y con el mismo llanto me fui a despedir de mi suegra diciéndole que eso no podía pasar de ninguna manera cuando nos vayamos a Budapest. Y frente a ella asumí mi parte de responsabilidad…(post it mental: debi dejar a un lado las mamadas esas de que estando en tribu todos nos cuidamos, como hacemos en mi pueblo. Eso se acabó)
Un cosa mas: entre todas las cosas que pensé una vez q recuperamos a Cronopio, fue en las madres españolas que me leen (y en las que no lo hacen también ). Al despedirme de mi suegra lo hice llorando, con el mayor de los pesares. Me dijo, junto con otras cuatro mujeres que la acompañaban, que no me preocupara, que los hijos se pierden hasta dos veces. Que esas cosas pasan. Llegando a este punto no pude más que sentirme sola , desolada ante la poca, nula, sensibilidad de otras mujeres que, como yo, se las extravió un hijo.
Las mujeres somos el lobo de las mujeres.